miércoles, 20 de enero de 2010

YIRE


Estaba mi alma hecha pedazos, era grande mi cruel decepción, mi corazón gemía y clamaba, lloraba y pedía como un grito lastimero, implorando tu respuesta, tu ayuda, tu consuelo…

El día estaba matizado, es difícil de explicar, con sus locos altibajos, presionando mis sentidos y mi mente aturdiendo, bien lo sé.

La mañana había sido fría, como el ártico, y en el fondo se diluía mi corazón, desprendiéndose en gemidos, desmoronando mi aguerrida ilusión.

Un recuerdo se llegó a mi mente y no encontré la respuesta a su mirar, esa sonrisa penetrante que día tras día, hace palpitar con emoción mi corazón.

En un instante la escena cambió, de dura, de difícil, de carga agobiante prendida de mis hombros, se tornó en la escena más dulce, con tanta alegría, tan difícil de comparar…

Pedía de tí el más grato milagro, la respuesta más pronta y tú respondiste… brindaste el auxilio que mi vida extrañaba… sé que fuiste tú, tú estuviste siempre allí…

Le diste a mi vida lo que tanto anhelaba y a ella tomaste con trémula mano, la levantaste de donde caída, triste, con dolor se encontraba.

La dulce noticia de tu respuesta inmediata, hizo alegrar mi corazón, saltaron mis ansias que desesperadas gritaban, esperaban en ti, el proveedor.

Gracias por todo mi Dios, mi Señor…


martes, 19 de enero de 2010

LA NOCHE EN QUE ESTABA TRISTE MI CORAZÓN... (Por Vidal Cruz)

Caminaba por la playa, era el más lindo atardecer, el sol se dibujaba en el cielo matizando el infinito con la brillantez del colorido arcoíris, que se desfragmentaba en una lúcida caricia a mis sentidos.

Mi soledad fue grande, lo pude comprender y aun observando tan magnánimo evento, una lágrima se escapó de mis ojos.

Caminé por la suelta arena y mis huellas se dibujaban, de pronto una que otra ola traicionera se acercaba y atrevía a borrarlas.

Sentí que mi vida sucumbía a las sombras de la noche y sólo el ruido de las olas era mi estruendoso compañero.

A lo lejos, allá en el manto azul del océano, se dibujaba una y luego otra barca, en la cual los lugareños realizaban sus labores para buscar su sostén.

Un perro a lo lejos ladraba con alegría como si hubiese en ese instante, recibido la caricia de la mano amiga de su amo.

Era una angustia plena la que sentía en mi interior.

De pronto, las pinceladas oscuras de la noche fueron borrando tan bello esplendor, y como salida de un cuento de hadas, la noche oscura comenzó a esconder el augusto día tras el efímero ocaso.

Allá a lo lejos una nube como burlando el celaje inmenso comenzó a resplandecer, era un destello opaco, como si no tuviera el valor suficiente para enfrentar aquel manto inmenso que ensoberbecido intentaba despojarla de su luz.

Mi mente desvariaba, lo sé, sin embargo al ver aquella estrella que asomaba su carita como pidiendo de favor dejarse ver, imaginé ese cielo, matizado de mil colores y mi sueño cambió.

A lo lejos, otra y… otra y… otra, una por una fueron apareciendo y la visión de triste y tenebrosa se convirtió en un manto de perlas que mis sentidos animó.

Recordé momentos dulces y una sonrisa forzada en mi faz se dibujó.

Regresé lentamente, como contando los pasos, y una canción se retorció como un ingrato nudo en mi garganta…

Era ese un grito de dolor que embriagaba plenamente mi empequeñecido corazón.

Las olas siguieron su ruidoso tumulto, azotando en la arena; las sombras de la oscuridad se quedaron atrás; las estrellas en el cielo siguieron brillando, la brisa una caricia en el rostro me regaló… y volví tras mis huellas borradas, con mi corazón resquebrajado, casi llorando de alegría, y a la vez de dolor… era la noche… esa noche cruel… la noche en que estaba triste mi corazón…