Estaba mi alma hecha pedazos, era grande mi cruel decepción, mi corazón gemía y clamaba, lloraba y pedía como un grito lastimero, implorando tu respuesta, tu ayuda, tu consuelo…
El día estaba matizado, es difícil de explicar, con sus locos altibajos, presionando mis sentidos y mi mente aturdiendo, bien lo sé.
La mañana había sido fría, como el ártico, y en el fondo se diluía mi corazón, desprendiéndose en gemidos, desmoronando mi aguerrida ilusión.
Un recuerdo se llegó a mi mente y no encontré la respuesta a su mirar, esa sonrisa penetrante que día tras día, hace palpitar con emoción mi corazón.
En un instante la escena cambió, de dura, de difícil, de carga agobiante prendida de mis hombros, se tornó en la escena más dulce, con tanta alegría, tan difícil de comparar…
Pedía de tí el más grato milagro, la respuesta más pronta y tú respondiste… brindaste el auxilio que mi vida extrañaba… sé que fuiste tú, tú estuviste siempre allí…
Le diste a mi vida lo que tanto anhelaba y a ella tomaste con trémula mano, la levantaste de donde caída, triste, con dolor se encontraba.
La dulce noticia de tu respuesta inmediata, hizo alegrar mi corazón, saltaron mis ansias que desesperadas gritaban, esperaban en ti, el proveedor.
Gracias por todo mi Dios, mi Señor…
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