jueves, 4 de febrero de 2010

MAR Y CIELO

Luna no te equivoques, no era por ti, era por la hermosa mar y el espléndido cielo.

Ese cielo que dignábase tocarte en el lejano horizonte, no era por ti, lo dije, lo sabes, era por su amor.

Es cierto, que con tu luz refulgente alegrabas las noches oscuras, y le brindabas al corazón la más dulce esperanza, la misma que abrigaba en el fondo de mi alma, mi ilusión.

Yo que te amé desesperadamente, yo que abrí mi corazón hacia ti, yo que te di toda mi alma en un suspiro, yo que moría tan sólo por tu amor.

Y tú, tú tan lejana, como golóndrina del árido verano, ni siquiera una mirada fría, mucho menos una sonrisa, que apaciguara la sed de mi alma, que alegrara mi corazón marchito.

Es muy cierto.

Eras la luna más tierna, que consolábame en las noches oscuras, cuando el corazón derretido en mil pedazos, con angustia tu voz esperaba.

Eras mi fiel compañera, cuando la brisa tan sólo susurraba, cuando las estrellas en el firmamento, celosas de ti me miraban.

Y tú tan lejos, y mi ilusión volando hacia ti, para traerte de allí a mi lado, para sentir que estabas aquí, para sentir tus caricias que añoro, los besos que no recibí.

Sin embargo estás en mi alma, en lo más profundo de mi corazón, y no hay un solo día que pase, sin que pose en ti mi ilusión.

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